Tú,
querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios... Perfecto
eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en
ti maldad. (Eze. 28: 14, 15)
Es
imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia... Nada se
enseña con mayor claridad en las Sagradas Escrituras que el hecho de que Dios
no fue en nada responsable de la introducción del pecado... El pecado es un
intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e
inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar
alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser
pecado...
Es
la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que
es el fundamento del gobierno divino (El Conflicto de los Siglos, págs.
546-547).
El
pecado tuvo su origen en el egoísmo. Lucifer, querubín protector, deseó ser el
primero en el cielo. Trató de dominar a los seres celestiales, apartándolos de
su Creador, y granjearse su homenaje... Así engañó a los ángeles. Así sedujo a
los hombres... Así consiguió que se uniesen con él en su rebelión contra Dios y
la noche de la desgracia se asentó sobre el mundo (El Deseado de Todas las
Gentes, pág. 13).
El
pecado apareció en un universo perfecto... La razón de su principio o
desarrollo nunca fue explicada, y no puede serlo, aun en el último gran día
cuando el juez se sentará y se abrirán los libros...
En aquel día será evidente para todos que no hay, ni nunca
hubo, ninguna causa para el pecado. En la condenación final de Satanás y de sus
ángeles y de todos los hombres que finalmente se hayan identificado con él como
transgresores de la ley de Dios, toda boca quedará callada. Quedará muda la
hueste de la rebelión, desde el primer gran rebelde hasta el último transgresor,
Cuando se le pregunte por qué ha quebrantado la ley de Dios (Signs of the
Times, 28-4-1890).
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