Oh Jehová, ten
misericordia de nosotros, a ti hemos esperado; tu, brazo de ellos en la mañana,
se también nuestra salvación en tiempo de la tribulación. Isaías 33:2
La siguiente carta fue encontrada en el bolsillo de un soldado estadounidense destrozado por una granada de mortero en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. La dio a conocer el comentarista de radio Jimmy Walker. En su día causó gran sensación entre la opinión pública. Oí a un joven declamarla de forma magistral hace dieciséis años. Tanto es así que, aún hoy, a través de ella puedo sentir que no temo a la tribulación porque sé que Dios estará ahí para darme todo su apoyo y para sustentarme.
La carta dice así:
“Escucha, Dios. Yo nunca hablé contigo. Hoy quiero saludarte. ¿Cómo estás? ¿Sabes? Me decían que no existías, y yo, tonto de mí, creí que era verdad.
· Yo nunca había mirado tu gran obra, pero, anoche, desde el cráter que cavó una granada, vi tu cielo estrellado y comprendí que había sido engañado.
· ¡Quién iba a creer que, para verte, bastaba con tenderse de espaldas!
· Yo no sé si tú, Dios, estrecharás mi mano, pero voy a explicarte y me comprenderás.
· Es bien curioso: en esta horrible oscuridad he encontrado la luz para mirar tu faz. Después de esto, mucho que decir no tengo.
· Tan solo que me alegro de haberte conocido.
· Pasada medianoche, habrá ofensiva, pero no temo. Sé que tú vigilas.
· ¡La señal! Bueno, Dios, ya debo irme.
· Me encariñé contigo. Aún quería decirte que, como ya sabes tú, habrá lucha cruenta, y quizás esta noche llamaré a tu puerta. Comprendo que no he sido amigo tuyo, pero, ¿me dejarás entrar si hasta ti llego?
· Pero… ¡si estoy llorando! ¿Ves, Dios mío? ¡Tarde te descubrí! ¡Cuánto lo siento!
· Se me ocurre que ya no soy impío. Bueno, Dios, debo irme. ¡Buena suerte!
Es raro, pero, ahora, ya no temo a la muerte”.
Hoy, amado Señor, queremos no temer ya a la muerte ni al dolor, ni al fracaso; aun menos al mañana. Porque tenemos la completa seguridad de que tu serás nuestra salvación siempre.
Dios te bendiga
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